Dr. Martens

Trabaja fuerte conmigo...

viernes, 30 de abril de 2010

La cebolla

Hace tiempo ya que vengo sintiendo rarezas en mi cuerpo, 'rarezas' de índole interno, con mis órganos. Siendo el hipocondríaco que soy me eh postulado varias -quasi-paranoicas- razones por las cuales padezco lo que estoy padeciendo --que hasta el Sol de hoy es todo un misterio.

Hace unas cuatro semanas atrás me comenzaron a doler las tripas demasiado; un amigo (días antes de esto) me había mencionado que podía tener lombrices, ya que esto explicaría mi abrumadora ingesta de alimento sin ninguna repercusión a mi peso neto. El que me lo haya dicho me hizo pensar, y saben que le eh atribuido todo el malestar en las tripas a esto. El día después de ese horroroso malestar (no me podía ni levantar derecho) lo hice con el malestar. Fue un Sábado de gloria.

Con el día en mente y mi fe muy despierta le pregunté al 'mayor' poder, "¿Qué puedo hacer para ayudarme? Además de ir al médico (lo cual detesto y no debo hacer por mi incapacidad de pagar la consulta)". Y éste me contesto, "cebolla".

Ya había visto cierto documental donde se recreaba la odisea de éste 'desconocido' (pudo haber sido Simón Bolivar, pero no recuerdo con exactitud) al cruzar la cuenca de los Andes. En tal documental se mencionó -como hecho histórico- que el 'fulano' solía comer cebollas crudas para apaciguar un problema de salud que acarreaba consigo. Según lo relatado le funcionó muy bien, tanto así que recomendó y hasta obligó a sus tropas comer una cebolla entera diaria.

La respuesta a mis plegarias fue una extraña, una que, aunque haya visto referencias a la ingesta en otros eventos, jamás hubiera pensado por mi propia cuenta --es raro querer comer cebolla, pero 'tener' que hacerlo... bueno.

Fui, subí a la casa de mi padre, donde queda la lacena y tomé una cebolla, la pelé hasta donde es menester y comencé a comerle. Mi padre me pregunta, le contesto con la verdad, me dice que es buena decisión. Increíblemente, a los minutos, el dolor había considerablemente disminuido, hasta el punto de una casi desaparición total.

Mis alegrías no podían ser más. La respuesta a mis plegarias había sido una dura pero efectiva --¡en un instante! Me regocijo el hecho. Le mencioné los resultados a mi viejo y este asintió, me dijo que aunque desconocía en detalles, la cebolla era tremendo vegetal para un sin números de dolencias, sin mencionar lo buena que es para cocinar ciertos platos.

Entonces, pasé un tiempo sin dolor, pero no modifiqué nada en mi dieta, ni fui al médico, ni nada, me valí del remedio y dios que me vino a costar luego...

Durante las próximas semanas, cada vez que me visitaba algo del dolor en las tripas resolvía con cebolla, y ya. Pero hace dos días atrás eh decidido tomar un nuevo tipo de acercamiento al tratamiento. Eh decidido ponerme a comer vegetariano. Y desde ayer que voy en esas.

El dolor es casi nulo, de nuevo, y lo gracioso es que en unas pocas horas voy a trabajar prestando servicio y asistencia a clientela, y me eh preguntado, "¿Seré capaz de quitarme el aliento a cebolla para entonces?" jejeje, lo dudo... Igual, es lana que cae, tal vez no vuelva, pero ya con hoy que caiga algo son buenos.

Voy a beberme un té de limón con miel de abeja (ando con un chispo de catarro) y después al aseo. Les aviso cuando regrese cómo me fue.

¡Ah! hoy hay 'show'... caramba... bueno, mucho qué hacer, habrá vasto qué contarles.

¡Hasta la próxima camaradas!

miércoles, 28 de abril de 2010

Historia de la destrucción

Noviso proletario que aviso,
bajo zafra a probarte vas;
vivo ritmo que a ti te ah movido,
“ la candela” --que hay que calar.

Porque “aquí sí se va a trabajar”,
“Vamo’a hacerlo”
les digo fijo.

“Dame quince”
--con pico na'más.

“Pocos metros...” pensé de verdad.

Brea negra,
muy dura será;
dura brea,
feroz e inquebrantable,
con pico seguro se va.

Concreto acero
debajo del black.

Brea dura,
muy dura verdad;
quasi-blanda con fuego quemar
es entonces cuando hay que pegar.

La cadencia tropieza conmigo,
poco ritmo, cansancio incapaz;
pues pegaba, muy duro le daba
--y ni un metro logré socavar.

Llevo rato muy largo intentando;
hora y media en punto total.

Pico roto poco ah logrado,
¿¡MEDIO METRO!?

Eso y no más.

Brigadita quita y se embriaga,
me observa no ayudan más.

Es su propia risa de monos,
que en alboroto emana.

Percatan en nulo y en vano,
presentando gusto mordaz,

"¿Te vas o te quedas mi hermano?"
vinieron a preguntar;
tipo recio, fornido, clásico jíbaro
prefiere labrar.

Me inquiere, "¿de qué te lamentas?"
contesto, "de ustedes na'más"

El ríe , yo río,
parece amistad;
docente se inclina,
parece ayudar;
sugiere novel alcanze,
así fuerte lo bruto lograr;
"sin cansarte mi hermano," me dijo,
"luego mira que mucho acabas.

"Aquí el tiempo es la clave mi amigo.

"Ya que es brava la cuesta incliná'.

"Tu cabeza es el arma", me dijo,

"usa el cholo y en poco verás"

Hice caso a su mezcla maldita,
fui testigo del vasto aval;
gran rigor vigor me a pedido,
por la pasta se hace y se da.

Hablo en metros, distancia mi amigo,
mil impactos de pus en asfalt;
hoy muy dócil, su risa muy dócil
--vives frente a tu fusil loas
¿qué parecen los hombres sin roble?
si te quedas, lo quitas o te vas.

domingo, 25 de abril de 2010

Manicomio, justo al este de Bosque Santo.

Pensé haber escuchado a alguien tocando la puerta, miré el reloj—eran tan solo las una y media de la tarde, ¡Jesucristo!...; me pongo mi vieja bata de baño (siempre duermo desnudo; las pijamas me parecen ridículas) para abrir una de las persianas rotas cerca de la puerta.

“¿Si?” pregunté. Era el desquiciado Jimmy. “¿Dormías?” “Si, ¿y tu?” “No, yo tocaba a la puerta.” “Pasa.” Había llegado en una bicicleta. Y tenia puesto uno de esos sombreros, un panamá. “¿Te gusta mi nuevo panamá? ¿Crees que me veo guapo?”, “No.”

Se sienta en mi sofá y le echa un vistazo al espejo que tengo detrás de una silla, halando su sombrero de aquí a allá. Tenía dos bolsas de papel marrón. Una contenía la usual botella de vino pórtico. Lo que había en la otra, él se presto a vaciar su contenido encima de la mesa que tengo en la sala—cuchillos, tenedores, cucharas; pequeños muñecos—seguido por un pájaro de metal (azul claro con el pico roto y pintura que por lo barata se estaba cayendo) además de otras diversas formas de basura irremediablemente inservible. Jimmy ambulatoriamente venderá esta mierda—toda robada—en los varios establecimientos ‘Hippies’ a lo largo del bulevar Atardecer o el de Bosque Santo—con esto me refiero a las partes pobres de estos bulevares, donde yo vivo, donde todos vivimos. O sea, vivimos cerca—en pistas abandonadas, áticos, garajes o durmiendo temporalmente en el piso de la casa de un amigo.

Mientras tanto el desquiciado Jimmy pensó que era pintor, pero yo pensé que sus pinturas eran bastante malas y se lo dije. El también dijo que mis pinturas eran bastante malas. Era posible que ambos tuviésemos razón.

Pero en serio, el desquiciado Jimmy estaba realmente jodido. Sus ojos, su nariz, ambos estaban esencialmente negativos. Algo de cerilla en el canal auditivo; membranas mucosas en la nariz un tanto violentas. El desquiciado Jimmy sabía exactamente qué robar para luego vender a estas tiendas. Era un ladrón excelentemente insignificante. Con un sistema respiratorio al margen—con algo de flema y congestión. Cuando no estaba fumándose un cigarrillo estaba preparándose un leño o ingiriendo vino. Tenía un movimiento sistólico de 112 y una fase de dilatación diastolita de 78, dando una presión de pulso de 34. Era bueno con las mujeres pero su hemoglobina estaba bastante baja, siendo de 73, no, de 72 por ciento. Como el resto de nosotros cuando bebía no comía y le gustaba beber.

El desquiciado Jimmy solo seguía jugando con su panamá frente al espejo, haciendo pequeños y magníficos sonidos. Se sonreía así mismo. Sus dientes eran esencialmente negativos y la membrana de mucosa en su boca y garganta ardía.

Entonces se dio un trago de vino que saco des debajo del estúpido sombrero y eso me sugirió ir a buscar dos cervezas para mi.

Cuando regresé me dijo, “Cambiaste mi nombre del ‘loco Jimmy’ al ‘desquiciado Jimmy.’ Creo que está bien—‘el ‘desquiciado Jimmy’ es mucho mejor.”

“Aunque [realmente] estas loco Jimmy, lo sabes,” le dije. “¿Cómo te hiciste esos dos hoyos en el brazo derecho?” Jimmy preguntó. “La carne parece que fue quemada hasta el punto en que casi te puedo ver el hueso…”

“Estaba bajo la influencia y trataba de leer Kangaroo de D.H. Lawrence acostado en la cama. Mi brazo se enredó con el cable de la lámpara que tenia al lado de la cama y ésta cayo en mi brazo. Antes de que pudiese quitarme la cabrona cosa de encima la bombilla por poco se hace de mí. Era de unos cien voltios la condenada, ‘General Electric’.”

“¿Vistes un doctor?” Jimmy indaga.
“Mi doctor solo se burla de mi. Siempre que lo visito, me siento ahí, me auto-diagnostico, recomiendo el tratamiento, le pago a su enfermera y me largo. Eso me insatisface. A él, por otro lado, le conforma quedarse allí sentado, hablarme de sus tiempos en el ejército Nazi y mierda. Los franceses lo capturaron, tú sabes, y lo pusieron con los demás Nazis capturados en un vagón de tren, de camino a la cárcel los civiles que se topaban con ellos les lanzaban gasolina, bombas incendiarias y usaron condones llenos de veneno para igual lanzarles con ellos, pobres merecedores de todo eso; y yo, que me canso de sus malditas historias […]”

“¡Mira!” dijo el desquiciado Jimmy señalando a la mesita de centro en la sala. “¡Mira este trasto de plata! ¡Antigüedad genuina!”

Me pasa una cuchara. “Ahora, solo mira la cuchara” me sugiere. Hice exactamente eso, miré la cuchara.
“Mira,” dijo, “¿tienes que dejar tu bata abrirse así?” Tire la cuchara a la mesa. “¡¿Qué carajo!?, ¿Nunca antes habías visto una verga?” le contesté exaltado. “¡Son tus sacos! ¡Son tan grandes y peludos! ¡Horroroso!” Jimmy alude.

Dejé la bata abierta. No me gusta tomar órdenes. De nuevo con Jimmy, ahí estaba sentado, torciendo el panamá. Su estúpido panamá, y su palpitación en el punto de ‘McBurney’ (apéndice). El borde inferior del hígado también tierno a la palpitación. Bazo negativo. Todo negativo a la palpitación. Hasta una maldita palpitación de vejiga irritada.

“Mira, ¿podría usar tu teléfono?” preguntó el desquiciado Jimmy.
“¿Local?”
“Si, es local.”
“Asegúrate que lo sea. Por poco mato a cuatro tipos la otra noche. Les perseguí por toda la ciudad en mi auto. Finalmente se deciden hacerse a un lado de la carretera. Yo me les estaciono detrás y apago el motor. No me percaté que ellos todavía tenían el de ellos corriendo. Cuando me bajé del carro, ellos arrancaron. Muy decepcionante. Para el tiempo que me tomó prepararme a seguirlos, ya estaban fuera de vista.”

“¿Hicieron una llamada de larga distancia en tu teléfono?
“No; no les conocía. Era otro asunto.”
“Esto es una llamada local.”
“Adelante entonces, hijo.”
Acabé mi primera cerveza y eché la botella vacía en una gran caja de madera (tamaño féretro) que había en el centro del cuarto. Y aunque el dueño del edificio me proporcionaba con dos zafacones a la semana, la única manera que tenia para acomodar tanto escombro era si rompía las botellas. Yo era el único inquilino con dos zafacones en el edificio, entonces, es como se dice –todos debemos ser buenos en algo.

Aunque, son problemas menores: siempre me ha gustado caminar descalzo, algunos de los cristales de las botellas rotas quedaban incrustados en la alfombra, grandes pedazos de vidrio, y gracias a mi mala costumbre, a veces me los enterraba en la planta de los pies. Esto molestaba mucho a mi buen doctor—cortando la piel de mi pie para sacar los vidrios todas las semanas mientras algún loable embejeciente esta sala de esperas muriendo de cáncer—así que aprendí a sacarme los pedazos grandes yo mismo, los pequeños, los dejaba adentro para que hicieran lo que fueran a querer hacer. Y por supuesto, si no estas lo suficientemente ‘bajo la influencia’ puedes sentir el vidrio enterrándose y lo sacas ahí mismo, en el momento. Esa es la mejor forma de hacerlo. Te arrancas el vidrio en el momento para que la sangre salga a chorros como manantial, y entonces uno ha de sentirse un tanto heroico—eso es, así lo siento yo.

El desquiciado Jimmy miro extrañamente al teléfono en su mano. “No contesta...”
“¡Entonces cuelga, idiota!”
“El teléfono sigue sonando.”
“!Y yo te digo que cuelgues¡”
Colgó el teléfono. “Una mujer se sentó en mi rostro anoche, por doce horas. Finalmente logré atisbar el sol desde debajo de esos cachetes y noté que amanecía. Hombre, siento que mi lengua está partida a la mitad, siento que tengo un tenedor por lengua.”
“Eso sería, cuanto poco, oportuno.”
“Si. Podría tirarme dos coños a la vez”
“Seguro. Y Casanova se cagaría en su tumba.”
Jugaba con su panamá. Rectamente hablando de su recto, éste presentaba algunas indicaciones de hemorroides. Esfínter muy apretado. El muchacho panamá. Su próstata un tanto agrandada y tierna a la palpitación.

Entonces el pobre jodido dio un salto y marcó el mismo número otra vez.
Jugaba con su panamá. “solo sigue sonando,” dijo.
Ahí sentado, escuchando el timbrado, notaba su sistema músculo esquelético bien jodido—me refiero a su postura de mierda (kyphosis). En la 5L (espina baja) muestra posible anomalía.

Jugaba con su panamá. “Sigue timbrando.”
“Por supuesto,” Le dije, “esta jodiendose a alguien.”
“Por supuesto. Y el teléfono solo sigue timbrando.”
Caminé hasta donde estaba sentado y colgué el teléfono. Luego grité, “¡mierda!”
“¡¿Qué es lo que pasa!?”
“¡Vidrios! ¡Hay vidrio por todo el jodido suelo!”
Me paré en un solo pie y saqué el vidrio del otro. Era uno bastante bueno. Solo uno. Molestaba ardiendo apretadamente. La sangre salía a chorros.

Caminé hacia mi silla y tomé un viejo trapo que usaba para limpiar mis brochas luego de haber dado alguna pincelada y lo usé para vendar el pié.
“Ese trapo esta sucio,” dijo el desquiciado Jimmy.
“Tu mente también lo está,” le contesté.
“¡Por favor… cierra tu bata!”
“Toma,” le digo, “¿Lo vez?”
“Lo sé, lo veo. Por eso te pido que la cierres.”
“Está bien, carajo…”

Desganadamente tiré la bata sobre mis genitales. Cualquiera puede exponer sus genitales durante la noche. A las dos de la tarde toma cojónes.
“Escucha,” dice el desquiciado Jimmy, “¿sabes que la otra noche orinaste un carro de policía en Westwood Village?”
“¿Donde estaban ellos?”
“Alejados, cincuenta yardas, arreglando alguna u otra cosa.”
“Probablemente masturbándose el uno al otro.”
“Quizás. Pero eso no fue suficiente para ti. Quisiste regresar y orinar la patrulla una segunda vez.”

Pobre Jimmy. Realmente jodido. 1,5 y la 6C (el cuello) dislocada.
También había debilidad en el anillo inguinal derecho.
Y ahí estaba, quejándose por que oriné el auto de un policía.
“Muy bien Jimmy, te crees ser la gran mierda, ¿ah? Con tu pequeño bolso de baratijas robadas. ¡Pues te voy a decir algo!”
“¿Qué?” preguntó, mirándose al espejo, retorciendo el panamá. Succionó un sorbo de su botella sin observarme.
“¡Tu eres procurado en corte! No lo recuerdas pero le estropeaste una costilla a María y encima regresaste pocos días después y le golpeaste el rostro.”

“¿Me requieren en CORTE? ¿En CORTE? Anda, hombre, ¿En CORTE?”

Rompí mi segunda botella de cerveza en la enorme caja de madera. “Si, hijo mío, estas loco de a vicio, necesitas ayuda. Y María levantó cargos de agravio y asalto en tu contra.”
“¿Qué significa ‘agravio’?”
Troté fuera de la escena para buscar dos cervezas más (ambas para mí) y regresé.
“Escucha, bribón, ¡Tu sabes lo que ‘agravio’ significa’! ¡No has manejado una bicicleta toda tu vida!”

Lo observaba. Su piel estaba un tanto seca con perdida de elasticidad natural. También conocía de un pequeño crecimiento en su nalga izquierda (centro).
“¡Pero no entiendo esta situación con la CORTE! ¿Qué demonios significa? Seguro, tuvimos una pequeña discusión. Así que me fui a casa de Jorge en el desierto. Bebimos vino pórtico por treinta días. ¡Cuando regresé ella me GRITO a mi! ¡Debiste verle! No quise hacerle daño. Lo único que hice fue patearle sus grandes senos y trasero…”

“Está aterrorizada Jimmy; eres un hombre enfermo. Eh hecho un estudio minucioso de ti. Sabes que cuando no estoy masturbándome o bajo la influencia estoy leyendo libros, de todo tipo. Y estás demente amigo --demente.”
“Pero éramos tan buenos amigos. Ella hasta te quería tirar pero no lo hacia por que estaba enamorada de mi. Eso me dijo…”
“Pero Jimmy, eso fue entonces. No tienes ni idea cómo las cosas cambian. María es una muy buena persona. Ella…”

“¡Dios todo poderoso! ¡Cierra tu bata! ¡POR FAVOR!”
“¡Contra! Lo siento…”
Pobre Jimmy, su sistema genital—la diferencia vascular izquierda y un tanto la derecha, parecen tener una cicatriz o tejido adherido. Probablemente causado por alguna patología pasada.

“Telefonearé a Ana.” Dijo, “Ana y María son mejores amigas. Ella sabrá. ¿Por qué María querrá llevarme a corte?
“Telefonéale entonces, hijo.”
Jimmy se acomodo el panamá en el espejo, luego marcó.

“Ana. Jimmy. ¿Qué? ¡No puede ser! Hank acaba de decirme. Escucha, no juego este tipo de juegos. ¿Qué? No, ¡No le destrocé las costillas! Solamente la patee su gran trasero. ¿Quieres decir que Maria realmente va a ir hasta corte por todo esto? Pues… yo no voy. Me largaré a casa de Jerome, en Arizona. Tengo un lugar. Doscientos veinticinco al mes. Acabo de hacer doce mil dólares en un gran trato con tierras… ¡Cállate! Maldita seas… y con respecto a lo de la corte… ¿Sabes qué voy a hacer? ¡Voy a ir a donde María ahora mismo! ¡La besaré y le masticaré los labios! ¡Le comeré todo el bello púbico! ¿Qué me importa la corte? ¡Se lo empujaré por el culo¡ ¡Debajo de las axilas! ¡Entre sus pechos! ¡En la boca! ¡En su…!”

Jimmy me miró. “Colgó.”
“Jimmy,” le dije, “deberías limpiar con agua tu canal auditivo. Muestras indicaciones sintomáticas de enfisema. Ejercítate y descontinúa el fumar. Necesitas terapia espinal. Por tu débil anillo inguinal deberías cuidar no levantar nada pesado, estirando la deposición…”


“¿Qué es toda esta mierda?”
“El crecimiento en tu nalga parece ser un averrugado.”
“¿Qué es un ‘averrugado’?”
“Una verruga, imbécil.”
. “Tu eres una verruga, ‘imbécil’.”
“Si,” le dije. “¿Donde conseguiste la bicicleta?”
“Es de Arturo. Arturo esta aguantando un montón de mierda. ¿Por qué no vamos hasta donde Arturo para fumarnos alguna mierda?”
“No me cae bien Arturo. Es tan delicado el cretino... Algunos delicados pequeños bribones me caen bien. Arturo es del otro tipo...”
“Se va a ir a Méjico por seis meses la próxima semana.”
“Muchos de esos pequeños bribones tan delicados siempre están hiendo a algún lugar. ¿Qué es? ¿Una beca?”
“Si, una beca. Pero no puede pintar.”
“Lo sé. Pero son sus estatuas,” le dije.
“No me gustan sus estatuas,” dijo el desquiciado panamá.
“Escucha, Jimmy, quizá no me caiga bien Arturo pero eh estado bastante cerca de sus estatuas.”
“Pero es que son la misma viejéra—la mierda Griega—chicas con grandes tetas, todas en túnicas. Tipos luchando, agarrándose el pito, tirando de sus barbas. ¡¿Qué demonios es eso!?”

Pues lectores, olvidemos a Jimmy por un minuto y abundemos sobre Arturo—lo cual no es un gran problema—a lo que me refiero es también a la forma en que escribo: puedo saltar de aquí a allá y tú puedes venir conmigo, igual si no –no importa nada; veras...

Bueno, el secreto de Arturo era que construía sus estatuas demasiado grandes. Muy, muy impresionantes. Todo ese cabrón cemento. Sus hombres o mujeres pequeños en tamaño surgían ser de sobre ocho pies de alto bajo la luz del día o de la noche o envueltas en humo, dependiendo de cuando arribaras a verlas.

Una noche traté de entrar a la casa de Arturo por detrás y allí estaba toda esa gente de cemento, todas estas grandes personas de cemento, de píe, alrededor del patio. Algunas de estas eran muy altas, midiendo unos doce o catorce pies. Enormes pechos, coños, vergas, pelotas, todas distribuidas por el lugar. Acababa de escuchar a The Elixir of Love por Donizetti. No ayudó. Me sentía como un pigmeo en el infierno. Y estando allí afuera comencé a gritar, “¡Arturo, Arturo ayúdame!” Pero al parecer éste estaba bajo la influencia del hachís o algo, ya que no contestaba –quizá lo estaba yo. De todos modos, el maldito miedo siguió desarrollándose.

Bueno, mido seis pies y peso 232 libras, así que me le lancé encima del más grande hijo de puta que había allí. Le sometí por la espalda cuando no estaba mirando. Callo de cara al suelo, y me refiero— ¡Callo! Podía haberlo escuchado todo el pueblo.

Luego, por curiosidad, lo viré, y me cercioré, suficientemente seguro, que le rompí la verga, una bola, y la otra bola se cortó nítidamente a la mitad; parte de su nariz estaba rota también, y alrededor de la mitad de su barba.

Me sentí como un asesino.
Entonces Arturo salio de la casa y dijo, “¡Hank, que bueno verte!”
Le dije, “Disculpa por el ruido, Art, pero me tropecé con una de tus pequeñas mascotas y la cabrona cosa se me vino encima, calló y se desmoronó.”
A lo cual respondió, “Esta bien.”

Así que entré y fumamos mierda toda la noche. La próxima cosa que noto es que el sol había salido y yo estaba en mi carro manejando—alrededor de como las nueve a.m. —y manejé a través de todos los semáforos rojos y avisos de detenerse sin problema ninguno. Hasta logré estacionar el coche a un bloque y medio de donde vivo. Menuda hazaña…

Cuando llegué a mi puerta me percaté que tenía una verga de cemento rota en el bolsillo. La maldita cosa debía medir no menos de dos pies de largo. Caminé hasta abajo y atasque la cosa dentro del buzón de mi patrona, pero quedó bastante afuera, doblado e inmortal, dotado en la parte superior de esa enorme cabeza, dejándola allí a discreción del cartero.

Muy bien, de vuelta con el desquiciado Jimmy.
“Pero quiero decir,” dijo el desquiciado Jimmy, “¿De verdad me quieren en CORTE? ¿En CORTE?”
“Escucha, Jimmy, realmente necesitas ayuda. Te llevo hasta donde Patton o Camarillo.”
“Ah, estoy cansado de esos cabrones tratamientos elécricos…. ¡¡¡Brrrrrr!!! ¡¡¡Brrrrrr!!!”
El desquiciado Jimmy agita su cuerpo por toda la silla tomando los tratamientos de nuevo. Entonces se ajusta el panamá en el espejo, sonríe, se levanta y camina al teléfono de nuevo. Marca su numero, me mira y dice, “Solo timbra...”
Cuelga, marca otra vez.

Todos vienen a verme. Hasta mi doctor me telefonea. “Cristo era el mas grandioso achica-egos de todos—aclamando ser el ‘Hijo de Dios’…. Lanzando a esos empresarios fuera del templo. Naturalmente, ese fue su error. Se hicieron de su trasero. Hasta le pidieron que plegara sus pies para que pudieran ahorrarse un clavo. Que mierda…”

Todos venían a verme. Este tipo de apellido Ranch o Rain, algo así, siempre esta apareciéndose con su bolso de dormir y cuentos tristes. Recorría camino entre Berkeley y Nueva Orleáns. De allá para acá, de acá para allá. Una vez cada dos meses. Y escribía mal, sonetos anticuados. Representaba unos cuantos dólares menos para mí cada vez que se aparecía, además de cualquier cosa que comía y bebía. Estaba bien. Eh tirado a la basura más dinero de lo que tengo por verga, pero esta gente debe realizar que yo también tengo algunos problemas sosteniéndome a mi mismo.

Así que ahí esta el desquiciado Jimmy y aquí estoy yo.
O está Maxie. Maxie va a cerrar todas las cloacas en Los Ángeles para ayudar a la ‘Causa de la Gente’. Bueno, es un maldito buen gesto, tienes que admitirlo. Pero Maxie, amigo, te pido, déjame saber cuándo vas a cerrar todas las cloacas. Yo estoy por la gente. Hemos sido amigos por largo tiempo. Dime, que me marcho de la ciudad una semana antes.

Lo que Maxie no realiza es que la ‘Causa’ y la ‘Mierda’ son dos cosas muy diferentes. Prívame de comida si quieres, pero no cortes mi mierda y/o mi unidad para desechar mi mierda. Recuerdo que una vez mi patrón dejó la ciudad para darse unas vacaciones de dos semanas a Hawai. Muy bien.

El día después que se marcho, mi retrete paro de funcionar. Tengo mi destapa-baños personal, siendo bastante temeroso de la mierda, pero al tratar de destapar y destapar, nada funcionaba. Sabes que me dejo eso…

Así que llamé a mis propios amigos personales, y soy del tipo que no tiene muchos amigos personales, o si los tengo, no tienen retrete, mucho menos teléfono, regularmente no tienen nada.

Así que llamé al los dos o tres que tienen retrete y teléfono. Fueron muy amables.
“¡Seguro que puedes cagar cuando sea en mi lugar Hank!”
No hice uso de sus invitaciones. Quizá fue la manera en cómo lo dijeron. Así que aquí teníamos a mi patrón de vacaciones en Hawai mirando a las chicas en jula-jula, y mis cabrones mojones haciendo espirales y mirándome.

Así que cada noche cuando cagaba tenia que pescar los mojones fuera del agua, ponerlos en papel de baño, meterlos en una bolsa de papel cartón, montarme en el carro, y manejar un rato alrededor del pueblo buscando algún lugar donde tirarlos.

Mayormente me estacionaba ocupando doble espacio y dejando el motor encendido, y tiraba los mojones maldecidos por dios contra alguna pared, cualquier pared. Trataba de no prejuiciar, pero esta ‘Casa de las Épocas’ me parecía un lugar particularmente callado y pensé darles mi pequeña bolsa marrón de mojones al menos unas tres veces.

Algunas veces solo estaría manejando por ahí, bajaba la ventana y bruscamente lanzaba los mojones afuera, como se hace con, vamos, cenizas de cigarrillo o un par de docenas de cigarros gastados.

Y hablando de mierda, el estreñimiento siempre ha sido para mí el peor de los miedos, más grave que el cáncer. (Eventualmente volveremos al desquiciado Jimmy. Mientras tanto… escucha, te dije que escribo de esta manera.) Si paso un día sin cagar no puedo ir a ningún sitio, ni hacer nada—me desespero tanto que cuando esto a pasado eh tratado de chuparme mi propia verga para desatascar mi sistema, para poner las cosas a correr otra vez. Y si alguna vez intentas chuparte tu propia verga entonces entenderás la terrible torcedura de columna, cuello, y cada músculo que debes hacer para ‘casi’ lograrlo. Manoseas el pito tanto tiempo sea necesario entonces de verdad te doblas como alguna criatura torturada, piernas por encima de la cabeza, bien aguantadas al espaldar de la cama, con tu trasero crispándose como un cuervo moribundo en el frío, todo doblado alrededor de tu grandiosa barriga de cervecero, todos tus músculos tensos y forrados de mierda. Y lo que duele es que no fallas por un píe o dos—fallas por un octavo de pulgada—el final de tu lengua y la punta de tu verga tan cerca, pero de todos modos parecen cuarenta millas. Dios, o quien demonios sea, sabia bastante bien lo que hacia cuando nos montó.

Pero de vuelta a lo insensato.
Jimmy acababa de marcar el mismo numero una y otra vez desde las una y media p.m. hasta las seis p.m. cuando me quede dormido. No, eran las seis y medias p.m. cuando desistí seguir despierto. ¿Qué importa? De todas formas, después de la llamada setecientas cuarenta y nueve, dejé mi bata correrse hasta abrirse, caminé hasta donde el desquiciado Jimmy, le quité el teléfono de las manos y le dije, “Se acabó.”

Escuchaba la ciento dos sinfonía de Hayden. Tenía suficiente cerveza para toda la noche. Y el desquiciado Jimmy me aburría. Era un patán. Una mosquita de arena. La cola de un cocodrilo. Mierda de perro.

Miró hacia mí. “¿CORTE? ¿Me quieres decir que ella me va a llevar a CORTE? Hay no, yo no creo en estos juegos que lleva acabo la gente…”

Típico. Cerilla en sus oídos.
Bostecé y telefonee a Izzy Steiner, su mejor amigo quien me lo soltó a mí. Izzy Steiner se proclamaba escritor. Yo decía que no podía escribir. El decía que yo no podía escribir. Era posible que uno de nosotros estuviera bien, o mal –tú sabes.

Izzy era un grande y joven chamaco judío con alrededor de 5’5’’ de altura llegaba a las doscientas libras de peso—ancho de brazos, ancho de muñecas, cuello de toro y cabeza de garrapata. Tenía diminutos ojos y una muy desempatisante boca—solo un pequeño orificio en su cabeza que silbaba la gloria de Izzy Steiner y comía continuamente: alas de pollo, patas de pavo, pedazos de pan Francés, excremento de araña—lo que sea, lo que sea que se estuviera quieto lo suficiente como para lanzársele encima.

“¿Steiner?”
“¿Huh?”
Estudiaba para ser rabino pero no quería ser rabino. Todo lo que quería hacer era comer y crecer grande. Podías irte por un minuto, orinar y al regresar a tu refrigerador estaría vacío, o lo pescarías allí con esa cara de avaricia, con mirada avergonzada, tragándose lo ultimo. La única cosa que te salvaba de una completa emboscada cuando Izzy se aparecía era que él no comía carne cruda—le gustaban termino medio, bien, pero no cruda.


“¿Steiner?”
“*Traga*….”
“Mira acaba el bocado. Tengo algo que decirte.”
Lo escuchaba masticando. Sonaba como doce conejos jodiendo en la paja.

“Escucha, hombre. El desquiciado Jimmy está aquí. El es tu socio. Llegó en una bicicleta. Estoy apunto de vomitar. Ven hasta acá. Apúrate. Te advierto. Eres su amigo. Eres su único amigo. Debes darte prisa en llegar. Llévatelo lejos de mi. No puedo responsabilizarme de mí por mucho tiempo más.”

Colgué.
“¿Llamaste a Izzy?” preguntó Jimmy.
“Si. Es tu único amigo.”
“Hay Jesucristo…” dijo el desquiciado Jimmy, luego comenzó a meter todas sus cucharas, cosas y muñecos de madera en el saco y corrió afuera hacia su bicicleta y los escondió en el estante de papel.

Pobre Izzy, venía de camino. El tanque. Pequeño hoyo airoso que por boca succionaba el cielo. Estaba todo jodido principalmente por Hemingway, Faulkner y una menor añadidura de Mailer y Maghler.

Entonces repentinamente, ahí estaba Izzy. Nunca caminaba. Tan solo apareció desplazándose por la puerta. Quiero decir, corrio todo el camino en pequeñas bolas de aire—hambriento y casi malditamente invisible.

Luego vio al desquiciado Jimmy con su botella de vino.
“¡Necesito dinero Jimmy! ¡Levántate!”
Izzy saqueo los bolsillos de Jimmy de adentro para afuera y no encontró nada.

“¿Qué haces hombre?” preguntó el desquiciado Jimmy.
“La ultima vez que nos enredamos a pelear, Jimmy, me desgarraste la camisa hombre. Me desgarraste los pantalones. Me debes cinco dólares por los pantalones y tres por la camiseta.”
“Joder hombre, no desgarré tu jodida camiseta.”
“¡Cállate Jimmy, te lo advierto!
Izzy salio corriendo hacia la bicicleta y comenzo a rebuscar el saco de papel el cual colgaba sobre el estante trasero de ésta. Regreso con la bolsa marrón. La vació encima de la mesa.
Cucharas, cuchillas, tenedores, muñecas de hule… talladas imágenes de madera….

“¡Este montón de cosas no valen mierda!”
Izzy corrio de vuelta a la bicicleta y busco las bolsas de papel un poco mas.

El desquiciado Jimmy subió y empezó a meter de vuelta su mierda en la bolsa de papel marrón. “¡Esta plata sola vale veinte dólares! ¿Vez cuan grosero es?”

“Si.”
Izzy corre de vuelta.”¡Jimmy, no tienes ni mierda en esa bicicleta! Me debes ocho dólares Jimmy. Escucha, la ultima vez que te apalee, ¡me descojonaste la ropa!”

“¡Jódete hijo!”
Jimmy se volvió a arreglar el panamá en el espejo.
“¡Mírame! ¿¡Vez cuan atractivo me veo!?”
“Si, lo veo,” dijo Izzy, entonces camino hasta aya y tomó el panamá y le abrió un gran hoyo en el borde exterior. Entonces le desgarro la hendidura en el otro lado y le puso el panamá en la cabeza a Jimmy. Jimmy dejó de verse guapo.

“Tráeme cinta adhesiva,” dijo Jimmy, “Necesito arreglar mi sombrero.”
Izzy encontró algo de cinta adhesiva, apretujó borlas de cinta adhesiva en el hoyo, entonces recorrió un completo pedazo de cinta adhesiva sobre el desgarre, pero olvido la mayoría, y una gran barra de cinta adhesiva caía sobre el borde del sombrero hasta la cara de Jimmy, pendulando justo sobre su nariz.

“¿Por qué ellos me quieren en corte? ¡No juego juegos! ¿Qué demonios es esto?”
“Muy bien Jimmy,” dijo Izzy, “Te voy a llevar hasta Patton. ¡Eres un hombre enfermo! Me debes ocho dólares, le destrozaste las costillas a María, le pegaste en la cara…y estas enfermo, enfermo, enfermo…”

“!Jódete hijo!” El desquiciado Jimmy le lanza un golpe a Izzy, falla y cae al piso. Izzy lo levanta y le empieza a dar vueltas de avión.

“No lo hagas Izzy,” le dije, “vas a estropearlo hasta los nudos. Hay demasiado vidrio en el suelo.”
Izzy lo tiró al sofá. El desquiciado Jimmy corrio hacia fuera con su bolso de papel cartón, lo metió en el aguanta papeles y empezó a maldecir.

“¡Izzy me robaste la botella de vino! ¡Tenía otra botella en el saco de papel! ¡La robaste, bastardo! Venga, esa botella me costó cincuenta y cuatro centavos. Cuando la compré tenía sesenta centavos. Ahora solo tengo seis centavos.”

“Mira, Jimmy, ¿por qué Izzy tomaría tu botella de vino? ¿Qué es eso al lado tuyo? En el sofá.”
Jimmy recoge la botella. Mira por el ojo de la botella hasta el fondo de esta.
“No, esta no es. Hay otra, Izzy la tomo.”
“Mira, Jimmy, tu amigo no bebe vino. No quiere tu botella. ¿Por que no te sales de tu viaje imaginario y manejas tu bicicleta lejos de aquí?”

“Me enfermas a mi también Jimmy,” dijo Izzy, “ahora vete pedaleando. Te lo mereces.”
Jimmy se paro en frente del espejo para ajustarse lo que quedaba del panamá. Luego camino hacia fuera, se montó en la bicicleta de Arturo y la corrio alejándose bajo la luna. Había estado en mi sitio por horas. Ahora ya era de noche.

“Pobre demente bastardo.” dije, mirándolo pedalear. “Lo siento por él,”
“Yo también,” dijo Izzy.
Entonces Izzy busco bajo en un arbusto y resurgió la botella de vino. Caminamos adentro.
“Buscaré un par de vasos,” dije.
Regresé y nos sentamos ahí, bebiendo vino.

“¿Alguna vez has tratado de chuparte tu propia verga?” le pregunté a Izzy.
“Lo trataré cuando llegue a casa.”
“No creo que se pueda hacer,” le dije.
“Te dejaré saber.”
“Yo quedo una octava de pulgada corto. Es frustrante.”

Terminamos el vino y luego caminamos hasta Shakey y bebimos cerveza de malta por la jarra y vimos peleas de antaño—vimos a Louis siendo derrotado por Dutchman; la tercera pelea entre Zale y Rocky G.; Braddock contra Baer; Dempsey contra Firpo, todas ellas, y entonces pusieron una vieja cinta de Laurel y Ardí… había una donde el bastardo peleaba por el cubre falto del sofá-cama. Yo era el único que se reía. La gente se me quedo mirando. Yo tan solo proseguí rompiendo maní y riendo. Entonces Izzy comenzó a reír. Entonces todos comenzaron a reírse. Olvide lo del desquiciado Jimmy y me sentí como un verdadero ser humano por primera vez en horas. Vivir era fácil—todo lo que tenias que hacer era dejarte llevar. Y tener un poco de dinero. Deja que los otros hombres peleen las guerras, deja que los otros hombres vayan a la cárcel.

Cerramos el sitio; Izzy partió a su lugar y yo me fui al mío.
Me desvestí, comencé a hacerme una paja; enganché los dedos gordos al marco de la cama y me doble hasta hacer un círculo. Era igual—una octava de pulgada corto. Bueno, no podías obtenerlo todo. Alcancé a la mesita de noche, abrí una de las gavetas y saqué un libro que comencé a leer de inmediato, ‘Guerra y Paz’ de Tolstoy. Nada había cambiado. Seguía siendo el mismo pésimo libro que siempre ha sido.




Traducción al Español por Moisés C.D. Marcón Rosado, basado en la obra de prosa literaria ‘Nuthouse in the east of Hollywood’, cuento corto que aparece en el compendio de historias cortas de nombre: ‘Tales of Ordinary Madness’; y la autoría pertenece a Charles Bukowski.

Defecto Perfecto

--Del Pintor:

Sinusoidal movimiento deliberado,
¡Exonérame!,
Hazme paso a la luz,
Pernicioso vasto convocado,
Recorre una y otra vez mis pasiones.

Disipa en neblina rastro algún del tirano,
¡Hazme reír de tristeza!
¡Permíteme llorar de pena entre carcajadas!
…No evites que sea perfecto…
Tenaz persistente defecto.

Pues eres trazo inspirador,
Musa expiatoria
que enreda en ideas el desligue,
volando,

El motivo de la acción,
el sentimiento previo al pensamiento;
cual conozco de instancias,
aunque me sea permanente.

Disuélveme en introspectiva
--derroche manifiesto.

¿Cómo?
Vertiéndote en pleno
y placentero plasmo

¿Por qué?
Por ti
desquiciante musa

--Del Científico:

Acido Desoxirribonucleico,
código orgánico-vital,
escribe sagaz en la flora y fauna
la carrera del primor emprendedor.

Selección natural
elige al sobrio mono erguido,
e ilustra el tramo,
incítanos a ser
ese perspicaz
ente capaz
de razonalisar ser,
siendo.

Incauta teoría,
resuena raquíticamente
el efímero muón,
escucha divina
a los esquivos neutrinos;
al ciclo de Krebs,
a la anti-materia
y al tremor de su rebeldía.

--Del Liricísta:

Con solemne labia
a este dote humano
inundo.

Y con rabia estimulo
al brote de un esplendor
--discurriendo tramos
en loco y dinámico
espíritu.

Escucho la lira a lo lejos
tocando al alma,
cimbrando la onda
en el cielo.

Asístele al camino espacio vacío,
radiante encanto sonoro,
cual conoce todos mis delirios
cuales plasmo en pasiva letra.

Desposa en daño extraño
tatuando en mi un rebaño;
acarea en arrebato
el relámpago
de un Otoño.brutal.

--Del Letrado:

Escribe en cuña la oda de un comunicado,
diciéndome con símbolos lo que quieres decir;
obstruye la natural transmisión del dato
escondiendo lo dado en código a ser decodificado.

Cifras lo mejor guardado del espíritu en ti.

Recorres sus aspiraciones
con cadencia; su dinámica
con relatos e historia.

Aún por contar.

Narra la sensibilidad
con ficticia empatía,
no siempre irreal,
pero igual de viva;
canaliza la víctima de una tragedia
coqueteando en comedia
la brasa de un vicio,
viviendo,
defectuosamente,
el defecto perfecto.

Dejad mi soledad (que no es mía)

Tener todos los días a alguien que se interese en ti, que piense lo mejor de ti y a través de ello, subliminalmente, alimente un ego que, según estudios y psicólogos, es imprescindible dar de comer, puede ser tedioso –para cierto tipo de persona.

Aunque tal estímulo parezca ser de imprescindible importancia para la mente, digamos, de la gente que se encuentra atado a las corrientes sociales de la 'socialite', para estos, la incansable necesidad de ser reconocidos y aceptados entre ciertos círculos considerados como de 'interés' y 'relación' personal es, en algunos casos, un germen obligado, un extraño tipo de vicio colectivo que no tiene objeción re-evaluativa --es decir, siempre y cuando la existencia de tal grupo cumpla con su deber pre-dispuesto, el cual, considero yo, es dar alojo y bienestar psicológico a sus miembros, está bien...

Este tipo de persona tiende formar parte de lo que yo me atrevo a denominar como portadores de un cierto "desorden compulsivo". Tales no aparenta darle importancia a ciertos principios; y tal vez, como etapa, esta ‘rebeldía’ sea normal…
Y entonces, de este conglomerado populismo, se propenden alternativamente varios sectores totalmente aislados a ésta usual 'corriente' dada.

Uno de estos tantos son los fulanos que viven su rutina obviando que son de gran interés para alguien en específico, teniendo en cuenta, que como ayer y el día anterior, van a pasarla -en esencia- solos, con un moderado nivel consciente de integración.

Tales suelen optar por inventar una 'alternativa' psicológica. No se atan ni restringen a la depresión que supuestamente alude esta ‘enajenación’, pues -aunque poco adaptados- todos sufrimos del rechazo en algún momento y los que lo ven como consecuencia inalienable no viven temiéndole.

Estas son personas que no están para probarle nada a nadie además de a ellos mismos. Es gente que se comprenden y sacan el mejor partido a sus virtudes y a sus defectos.
“Reconocer las condiciones propias y su potencialidad, ante cualquier situación, es como poco, herramienta multiuso”.

No deseo colocar a nadie en altar ninguno, ni pretendo decir quién hace mejor, solo recalco una congruencia que me ha constado vivir, desde mi propio diverso flanco, el cual ha sabido disfrutar de ambos extremos. Ahora, ¿Cuál vale más a lo largo de una vida? Seguramente ninguna y todas a la vez.

Para cerrar un pensamiento: “Hoy, esta es mi ‘x’ favorita ¿Mañana? Ya importará luego…”